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La arquitectura tradicional sayaguesa: piedra, historia y paisaje

La arquitectura tradicional sayaguesa: piedra, historia y paisaje

Un recorrido por la arquitectura popular de Sayago, donde la piedra habla de historia, tradiciones y el paisaje único de Zamora

Hay lugares donde la arquitectura no se impone al paisaje, sino que nace de él. Así es Sayago, la comarca zamorana donde la piedra no sólo construye, sino que cuenta historias y forma parte intrínseca del alma de sus pueblos, donde se mimetiza con el paisaje y cobra tanto o más protagonismo que su espacio natural.

Si te gusta el turismo rural con alma, Sayago es una parada imprescindible. Te sorprenderán sus tradicionales construcciones, sus templos con siglos de historia y el amplísimo patrimonio que descansa mudo en las calles de cada pueblo.

Te invitamos a descubrirlo en este artículo con unas pinceladas sobre sus construcciones de piedra, su historia y su paisaje.

Una tierra de piedra y carácter

Lo primero que sorprende al llegar a Sayago es el uso casi absoluto de la piedra en seco. Aquí, desde hace siglos, se construye sin cemento ni argamasa: piedra sobre piedra, encajada con maestría. Esta técnica ancestral ha moldeado el paisaje sayagués hasta convertirlo en una especie de museo al aire libre.

Las cortinas (pequeños cercados de piedra que bordean caminos y fincas), los chozos, las fuentes, los puentes y hasta las propias viviendas, se han levantado pacientemente con los materiales que ofrece el terreno. No se trajeron de fuera. Aquí, la arquitectura nace del suelo que se pisa.

Algunos ejemplos de esta arquitectura integrada en el paisaje son sus puentes y sus pontones, que saltan sobre los arroyos en perfecto equilibrio, sus molinos y aceñas, o las famosas chiviteras de Torregamones, construcciones en piedra seca con tejado de retama donde los pastores guardaban al ganado para protegerlos del frío y de los depredadores.

Chiviteros Torregamosnes

También se plasma en pueblos como Villardiegua de la Ribera, con su famoso verraco vetón La Mula o en los restos del castro de San Mamede, vestigios de una época en la que ya se construía con piedra lo esencial.

Casas con alma rural

Las casas tradicionales sayaguesas no son espectaculares ni ostentosas. Pero son auténticas. Suelen ser de una sola planta, con muros gruesos que protegen del frío en invierno y del calor en verano. Los tejados, a dos aguas, se rematan con teja curva y muchas veces se integran pequeñas dependencias para animales, herramientas o almacén.

Caminar por pueblos como Fermoselle, Fariza, Mámoles o Luelmo es como viajar atrás en el tiempo, pero sin dejar de sentir la vida presente. En Fermoselle, además, puedes visitar el Castillo, antiguo bastión defensivo sobre el cañón del Duero, o descubrir el pasado monástico en el Convento de San Francisco, hoy convertido en Casa del Parque Natural de los Arribes del Duero.

Iglesias románicas que resisten el paso del tiempo

El legado religioso también se ha hecho de piedra. Muchas de las iglesias de Sayago conservan elementos del románico rural. Sencillos, pero de una belleza sobria y contundente. Algunas tienen portadas decoradas con capiteles historiados o canecillos que muestran escenas de la vida cotidiana, lo que también las convierte en pequeños libros tallados en piedra.

Una auténtica joya es la Ermita de Nuestra Señora de Fernandiel, ubicada en Muga de Sayago, conocida como la Capilla Sixtina de Sayago por sus sorprendentes frescos medievales. También merece la pena visitar la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción y la Ermitas de San Albín en Fermoselle, esta última posiblemente anterior al siglo X.

Otros ejemplos imperdibles están en Gamones, con su Iglesia de la Purísima Concepción, que conserva una imagen románica de la Virgen con el Niño, y en Villaseco del Pan, donde la Iglesia de Santa Eufemia custodia una talla del siglo XIII considerada uno de los tesoros artísticos de la provincia.

La iglesia parroquial de la Purísima Concepción se encuentra situada en un pequeño altozano, junto a la carretera, y tiene anexado un pequeño cementerio en el copstado norte. Su arquitectura tradicional y el ábside semicircular hacen de esta iglesia un espacio de patrimonio y cultura viva. Rodeada de paisaje natural, ofrece rutas tranquilas y experiencias auténticas de turismo rural, permitiendo a los visitantes conectar con la historia, la fe y la identidad de Gamones y su comarca

Paisaje y arquitectura: una simbiosis perfecta

Una de las grandes virtudes de la arquitectura sayaguesa es que no invade el paisaje, lo acompaña. La comarca de Sayago forma parte del Parque Natural de los Arribes del Duero, un entorno de cañones, peñas y riberas donde la naturaleza es tan poderosa como silenciosa. En este contexto, las construcciones de piedra parecen brotar de la tierra, adaptándose a sus formas, respetando su ritmo.

Un claro ejemplo de esta unión entre naturaleza y patrimonio es la Peña del Gato, en Argañín, una formación rupestre de más de 17.000 años conocida como la “catedral del Paleolítico”. Pero también merecen una visita la Peña de las Cruces de Luelmo, los berruecos vaciados a mano en la propia piedra para que sirvieran de comederos del ganado en Moral de Sayago o los Hociles de Pereruela.

Pereruela

Un patrimonio que necesita tu mirada

La arquitectura tradicional sayaguesa está hoy más viva que nunca, pero también necesita ser conocida, valorada y cuidada. Muchos jóvenes están empezando a restaurar viviendas, abrir casas rurales o emprender proyectos ligados al territorio. Y el turismo respetuoso y consciente es una de las claves para su conservación.

Para completar tu experiencia, puedes visitar espacios como el Museo del Barro en Pereruela, donde conocerás la alfarería tradicional de la zona, o el Museo de Arte Sacro en Villadepera, ubicado en la ermita de San Roque. Y si te interesan las construcciones defensivas, acércate al Fuerte Nuevo de Torregamones, testigo de los conflictos fronterizos con la vecina Portugal.

Así que, si estás planeando una escapada a la Zamora rural, reserva unos días para perderte por Sayago. Aquí no encontrarás grandes monumentos ni selfies virales, pero sí la emoción de descubrir un lugar auténtico, donde cada piedra tiene una historia que contar.

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